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25 palabras de la cocina española que los extranjeros no entienden (¡y deberían!)

Irene Sánchez

25 palabras cocina española 2025 (Actualidad) - GastroSpain (1)

La gastronomía española se entiende con los cinco sentidos, pero también con el idioma. Y no hablamos solo de castellano o catalán, gallego o euskera. Hablamos de ese lenguaje propio de la cocina, cargado de palabras que forman parte del día a día en nuestras mesas, pero que para quienes nos visitan pueden sonar tan extrañas como sabrosas.


Un extranjero puede pensar que "sofrito" es una salsa, que "alioli" es solo mayonesa con ajo, o que "tapa" es sinónimo de "plato pequeño", cuando la realidad es que cada una de estas palabras tiene su propio universo detrás. El sofrito, por ejemplo, no se come como tal, pero está en el corazón de infinidad de recetas españolas, desde unas lentejas hasta una paella. Es la base, el alma, la chispa de sabor.


La "tapa", por su parte, puede generar confusión incluso entre los propios españoles. ¿Es gratis o se paga? ¿Es una ración pequeña o un plato individual? ¿Se sirve con la bebida o por separado? Depende de dónde estés. Lo que está claro es que la tapa no es solo comida: es un estilo de vida, una forma de socializar y compartir alrededor de pequeñas delicias.


Otra palabra que descoloca a muchos visitantes es "rebozado". Ni empanado ni frito a secas, el rebozado español consiste en pasar el ingrediente por harina y huevo antes de freírlo, y da como resultado ese dorado crujiente tan presente en platos como los calamares a la romana o las berenjenas fritas. Técnica simple, resultado glorioso.


En la barra de un bar, las "gildas" suelen llamar la atención. "¿Qué es eso?", preguntan muchos al ver esas banderillas con aceituna, guindilla y anchoa. Su nombre viene de la película de Rita Hayworth, porque son verdes, saladas y un poco picantes. Pequeñas, pero inolvidables.



El "pisto", aunque parecido al ratatouille francés, tiene su identidad: una mezcla de verduras pochadas, generalmente con tomate, calabacín, pimiento y cebolla, a menudo coronado con huevo frito. Un plato humilde que huele a casa.


Luego tenemos palabras como "txangurro", que directamente parecen inventadas. Es euskera y designa al centollo, generalmente preparado desmenuzado, mezclado con verduritas y horneado dentro de su caparazón. Del mar al horno y del horno al cielo.


El "escabeche" no es un plato, sino una técnica de conservación en vinagre, aceite, laurel y especias que da lugar a recetas frías, intensas y muy nuestras. Otro término clásico, las "migas", suena confuso para quien lo escucha por primera vez: ¿Cómo que el plato se llama así? Pues sí, y suele hacerse con pan duro, ajo, chorizo y, según la zona, hasta uvas o chocolate. Tradición pura.


Y si ya entramos en el dulce, el caos lingüístico está servido. "Churros" y "porras" no son lo mismo, aunque ambos se mojen en chocolate. Los churros son más finos y crujientes; las porras, más gruesas y esponjosas. ¡Cuidado con pedir lo que no es!


También se presta a malentendidos la palabra "ración", que no equivale a un plato individual, sino a una porción pensada para compartir. Un término clave para entender cómo funciona una comida en grupo en España. Algo similar pasa con los "montaditos": bocados servidos sobre pan pequeño, lejos del concepto de sándwich, con infinitas variaciones.



En el terreno marino, nombres como "zamburiñas" generan cierta confusión. Parecen vieiras pequeñas, pero no son lo mismo. Su textura y sabor son únicos, especialmente cocinadas a la plancha o al horno.


El "salmorejo" también merece su espacio: más espeso y simple que el gazpacho, solo lleva tomate, pan, aceite, ajo y sal, con un topping habitual de jamón serrano y huevo duro. Es verano concentrado en un bol.


Luego están las joyas cárnicas como la "chistorra", embutido rojo y delgado, típico del norte, que se fríe rápidamente y estalla de sabor. O el "chuletón" (también llamado "churretón" en clave más castiza): ese corte de carne gigante con hueso y grasa, irresistible a la brasa.


En Cataluña, decir "rossejat" es hablar de una técnica de fideos tostados antes de cocerse en caldo, dando como resultado una textura y un sabor muy característicos. Mientras, las "torrijas" reinan en Semana Santa: pan empapado en leche o vino, rebozado y frito. Postre sencillo, pero lleno de nostalgia.


Ensaladas como el "empedrat", con judías blancas, bacalao y hortalizas, sorprenden por su sencillez refrescante. También lo hacen los "calçots", esas cebollas largas que se asan a llama viva y se comen con las manos y babero en una auténtica fiesta gastronómica.



No podemos olvidarnos del "mojo picón", la salsa canaria que acompaña a las papas arrugás y que puede ser roja o verde, picante o suave, pero siempre inolvidable. Ni de las "guindillas", esos pequeños pimientos encurtidos que aparecen por sorpresa en muchas tapas.


La "fritura malagueña", con su mezcla de pescadito frito servido en cucurucho, es otra expresión de sencillez marina que a veces se confunde con el clásico "fish & chips", aunque poco tienen que ver. Igual que el "pan tumaca" o "pa amb tomàquet", ese pan restregado con tomate, rociado con aceite de oliva y sal. Puro Mediterráneo.


Por último, el "pincho moruno", brocheta de carne marinada con especias, mezcla herencia árabe y sabor ibérico en un bocado irresistible.


En definitiva, nuestra gastronomía no solo se saborea: se habla, se nombra y se vive con palabras que no siempre tienen traducción directa. Aprenderlas es abrir el apetito cultural y entender que en España, comer también es una forma de contar historias.

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